El rincón de la eternidad española.

 

Mi norte, a pesar de nacer y vivir en la GRANADA, a los pies de Sierra Nevada, siempre se dirige a ese mar Mediterráneo de todos los veranos, que me abraza y arrullaba con la misma calidez de la madre que me llevaba de la mano por su orilla y que le temía cuando se ponía bravío, sin darse cuenta de que sólo era su forma de acunar a los que nos mirábamos en él.

 

En esos días tontos que nos acechan a todos, cuando no se está muy seguro de si se vive lo que se quiere vivir o lo que la realidad te obliga, esos días en los que la ilusión se nos escurre como la arena de las playas andaluzas.

Ése es el poder evocador de ANDALUCÍA.

Luego, te das de bruces con una verdad fortificada en cemento. Muchas veces he presenciado los atardeceres rojos que me envuelven totalmente. Pero la especulación urbanística se ha impuesto en el horizonte hasta ocultarlo o teñirlo de ese color cetrino que tiene el hormigón. Así, la escasez de agua a la que ansiamos todos los andaluces, se ha convertido en una realidad, otra más de las que vamos coleccionando, quimeras que se guardan en el desván de la memoria y que desempolvamos de vez en cuando. Como vivir a su lado para toda la eternidad.